miércoles, 4 de abril de 2012

LÁGRIMAS DE LLUVIA.


Crónica del día:  Maullando bajo la lluvia.

Que no siempre llueve a gusto de todos, es tan viejo como el llover. Pero bajo mis pupilas y entendimiento me encuentro analizando que la contradicción humana es tal, que maúllo sin cesar preguntándome qué pasa con la mente de idem.

Arqueo el lomo para desperezarme de la noche. Las sábanas me han dejado el pelo revuelto y tengo que atusarme bien después de la ducha mañanera. -Sí, ya sé que habrá quién piense que no soy leal a mis congéneres, por no huir del agua, pero os aseguro que solo me pasa si me escaldan- y mientras el líquido elemento me reconfortaba del poco sueño que me permito, que, por otra parte, debe ser la edad que se acomoda más bien despierta que entregada al placer de abrazarse a Morfeo, voy barruntando que a demasiada gente no hay gato que la entienda.

Bajo mi tejado, veo que sacan en el mes de las flores a pasear a un Cristo para que llueva, y ahora le hacen rogativas para que escampe. Maullando para mis adentros, me pregunto, quién leches entiende el asunto.

En el cielo, que es de donde viene la lluvia, deben tener un cacao tremebundo. Si Dios todo lo ve, debe mirar para otra parte, porque bajo su orbe celestial están haciéndose cruces.

Llantos y flagelos. Penitencias imposibles. Arrastre de culpas y lamentos. Desaliento terráqueo… todo ocurre bajo las nubes. ¡¡Y todo, porque está lloviendo¡¡. Pero hombres de Dios, si en “abril aguas mil”. Ya lo dice el refrán popular que, por ende, decimos que no engaña. ¿Entonces, a qué tanto lloriqueo?

Atuso los bigotes y huelo a tierra mojada. Y me digo toda ufana, que el privilegio no es baladí. Sí, ya sé, quizá debería llover en otro momento, que a una aún le gusta arrastrar el alpargate entre la humanidad, y que, bueno, entiendo que los que se pasan todo el año esperando cargarse la columna vertebral y los juanetes por la carga, quieren lucirse y espulgarse entre  sus creencias. Pero para mi que una cosa es la fe y otra la agricultura.

Mi amiga perruna, Amparichu, -sí, es posible la amistad entre perros y gatos- me dice que no me olvide del Tomillo. Claro, que al paso que vamos, olerlo va a ser todo un calvario. Si hasta lo estamos dejando para museo del recuerdo. Cada vez está más caro de dejarse ver y, hace bien, porque el viernes semanasantero por excelencia, el pobre se resiente de los estirones y desgarros, sufriendo de narices lo suyo; por lo que habrá que afanarse en encontrarlo con el hocico, como quién busca trufas.

En fin, que pese a los pesares; la lluvia es caricia fresca, agua de vida y caldo de cocido. Y si no fuera por las lágrimas, se secaría el manantial de los ojos. Así que, al mal tiempo buena cara, y si llueve, le dejaremos caer.

Gata Literata.

Quizá debería cantar una Saeta,  pero mejor será que no saque las zarpas del tiesto.