lunes, 9 de noviembre de 2020

Ha transcurrido otra semana como si le faltaran días. Rápida y sin tiempo para todo lo necesario. Vivir deprisa nos acelera. A mí me deja exhausta. Menos cuando escribo, porque en ese momento alargo la vida, los motivos. La imaginación no tiene límites (aunque a veces se queda en blanco), y permite salir del encierro a las ideas, entonces hago un relato, o simplemente analizo la vida y la d-escribo. Y el estrés se ralentiza. 

Hoy, ha amanecido amable el día. Me alegro de no tener tiempo para perderlo. El trabajo es avasallador y cuesta lidiarlo, una vez más. Pero lo prefiero a ser de las que ven pasar las horas sin motivos y deshojan el calendario con bostezos. 

Ahora tengo la casa llena de gatos y alguna gotera, no gatera (que también)... Es que ha vuelto la lluvia, no es la misma de días pasados, aunque se le parece, sobre todo en las gotas y en lo mojada que cae. Por lo demás tiene sus diferencias, como por ejemplo que hoy ha salpicado los cristales con delicadeza y días pasados lo hizo con furia. Es lo que pasa cuando lo que parece igual no lo es, porque es difícil que ocurran las cosas de la misma manera ... 

Así es todo. O se nos antoja que es lo que es, o se le parece... Pero hoy, de nuevo, ha llovido... Y me gusta... Si no fuera porque la noche ya ha caído sobre las baldosas saldría a pisar el agua de los charcos, con mis katiuskas...