viernes, 9 de junio de 2017

EXPLOTACIÓN (y rabia)

Si me llegan a decir que hace unas noches iba a asistir a, no diré un espectáculo, que de esos voy bien servida, porque tantos años asistiendo al circo, que ya sé cuando crecerán los enanos, sino a la frívola argumentación y utilización de la EXPLOTACIÓN, por quienes se erigen en adalides de la  Igualdad, y yo me hubiera roto las muelas con cualquiera que osara ni siquiera insinuarlo. Pero sí, sentarse en un sillón nocturno, después de todo un día de los de tantos, de esos sin respiro, de subir y bajar por las letras (y no las literatas), de tener cuidado, de asumir más y nunca reconocido, de ser, en definitiva, pese a tantos pesares, quién la ética profesional y el trabajo, de sobra, me permiten.

En realidad siento rabia, pero más pena. Ser político/a debe nublar el entendimiento, ya no me cabe duda. Quienes me conocen bien en ocasiones me tachan de ingenua, y a fe mía que me reconozco. Sí, ingenua. Siempre creo, hasta que se me demuestra lo contrario, que hay personas que, en verdad, luchan por una causa que, por extensión, será una buena causa para unas gentes, un pueblo, una vida en una comunidad a la que, a la postre, nadie les ha obligado a meterse. Pero luego me dice mi lado oscuro que no, no y mil veces no. Una persona puede ser muy ética en su vida profesional y personal, pero cuando se pone a los pies de unas siglas, de una idea, de SU causa que suelen ser, preferentemente las de la militancia, se disuelve su equidad como azucarillo en charco de agua.

Ser o haber sido militante, simpatizante, poseedor de carnet de un partido político, hija de fulano o amiga de mengano, siempre da patente de corso. Y  es así. Basta con “quejarse”  para que a todos los dolores (aunque sean fingidos o interesados), se les aplique un remedio. Y yo, que asisto atónita al devenir de los años, de tantos años, y aunque la discreción me obliga, la indignación, ante tantas cosas con sus causas, me hace hablar sola y subirme por  los tejados.

Mentir, tanto mentir. ¿Qué valor tiene la vida de un mentiroso que hace de la política su modus vivendi?
Fingir, tanto fingir. ¿Qué valor tiene la realidad ante quienes hacen de la ficción una tarjeta de visita?
No saber. Tanta ignorancia. ¿Qué valor tiene el aprendizaje de quienes no se preocupan ni de conocer las reglas  básicas para intentarlo.
Desoír. Tanta sordera ¿Qué más da lo que sea justo, si el de enfrente no nos importa, para escucharlo.

A lo que vine. Que me enredo en la bandera del cansancio y se me olvida el leitmotiv que, principalmente, me ha hecho salir de la gatera y darle un repaso con la lengua al zaguán recién pintado.

Mujeres con deseos de llegar a algún sitio en la política. Mujeres que estuvieron (y psicológicamente se quedaron) en la política. Y mujeres que están, incomprensiblemente, en la política... De pronto, frivolizan con algo tan serio, tan indignante, tan cruel, tan detestable, humillante… y  que tantas luchas, reivindicaciones y hasta muertes causó, causa y causará, como es la EXPLOTACIÓN a la Mujer. Todo, por una hija de su padre, que no tiene otra cosa que hacer que, en vez de trabajar y agradecerle a la vida tener un trabajo que, aunque mal pagado, eso sí, pero como el mío, como el de ellas, como el de algunos, como el de tantos… Sólo hace que quejarse, continuamente, desoyendo a la propia suerte desde que le ayudaron a pisar el umbral para quedarse. Pero un sueldo que para sí quisieran más de cuatro, a estas alturas de la vida. De pronto, incomprensiblemente, se suelta (previamente escrita para que no se quede en el tintero), la malintencionada palabra. Una palabra dolosa, por la simple razón de no existir razón alguna, para lanzarla. Como el que reivindica pan para el ahíto de carne. Como una soberana mentira. Una desfachatez absoluta. Una apostasía. Una incomprensible y de repente asquerosa forma de hacer ¿política?... Si eso es la política. Si eso es la causa por la que se va a la política. Si en eso se convierte la vida de la gente “normal” cuando todo lo ve a través de los ojos de la política, que la diosa Bastet se los demande.

Soy Mujer y orgullosa de mi razón y condición. Pero jamás me cegó la vida para no ver, más allá de que en mi sexo llevo bragas y en mi seso la cordura, de que la Igualdad es mucho más que usar la política para hacer creer, de cara a la galería, que se lucha, realmente, por la defensa de los derechos, de la dignidad, del trabajo justo, de las reivindicaciones, de las oportunidades, de poder ayudar a cumplir los sueños… Y de  apoyar, siempre y en todo lugar, a la mujer, cuando la mujer de verdad lo necesita… Pero de eso a hacer una burda burla de lo que es la verdadera explotación a una "frivolizada explotación" para defender a una determinada y concreta mujer, una trabajadora (ya pongo el adjetivo hasta en cursiva), va un mundo. Y frente a ese mundo me tendrán, luchando como una gata de siete vidas,  aquellas personas que, lejos de utilizar más y mejor el momento que la política les brinda, lleguen a ser meras serviles de unas siglas, de un carnet, de una militancia y, sobre todo, de no convenirles, en realidad, comprobar quién hay o qué, detrás de una intención. De no seguir el camino, que lleve a la verdad de las cosas y, entonces, sólo entonces, encontrar la justicia para poder aplicarla y/o reclamarla.

Siento rabia, ya lo he dicho al principio. Pero siento más pena. Detrás de cada político/a, antes hubo una persona que quiso hacer bien las cosas. No me cabe duda… (Bueno, no meteré las zarpas en el fuego, no vaya a salir con el rabo entre las piernas)… Pero llegan y son de otra forma. Se convierten en otra cosa. Ya no hay igualdad real (que no nos cuenten cuentos). Porque se establece el eres de los míos o de los otros… el eterno estás conmigo o contra mí.  Y ¿Dónde queda querer y hacer cosas por  un pueblo, en realidad?

Pero señoras y señores de la vida política municipal. La señora X no está explotada. Y lo saben. La señora X debería dar las gracias, cada día, los 365 días del año y, ni aún así, podría considerarse explotada por tanto agradecimiento… Las mujeres y los hombres, que en realidad, cada día, trabajan, trabajamos, sin medir, sin exigir, sin invocar solo derechos, cuando también hay tantos deberes, los que nos dejamos las pestañas y alguna neurona de tanto estrujarla en los papeles… La otra noche, en una mala, malísima, jugada política se dio un bofetón a tantas y tantas personas que, trabajando mil veces y mucho más, nunca, jamás, se consideraron, nos consideramos, explotada/os… Frivolizar no es serio. Sobre todo porque hay una verdadera y dura realidad en aquellas personas, hombres y mujeres, que si sufren explotación hasta en  sus corazones.


Se explota a niñas que tejen prendas a escondidas y se le revientan los ojos cuando se cuela el sol por las rendijas de la miseria. 
Se explota a mujeres cuando un chulo la obliga a fingir placer y él cobra por su asco.
Se explota a niños cuando cargan fusiles en vez de juguetes para mitigar la inocencia que no tuvieron. 
Se explota al hombre que no llega a viejo con sus sueños... Y se explota tanto...
Pero, ay, de aquellas personas que frivolizan la explotación, porque de ellas será el reino de los necios.