martes, 1 de mayo de 2012

VENUS.


Crónica del día: Venus siente envidia de los relatos de Clara y desempolva la historia de su vida; de como llegó a ser un ángel gato con bigotes felinos.

Miau,miauu,maauu...
Hola, soy una gata siamesa, independiente como tiene que ser. 
 Esto ya lo maullé hace tiempo para no olvidarme de mi comienzo cuando llegué a la vida de mi ama, -gatuna y libertaria- Por coquetería no digo la edad felina, ¡porque me siento tan joven¡

Mi madre se llamaba Luna, y mi padre, como el cantante ese ya talludo de pelo largo, que chilla cuando canta, tan feo, el pobre, Rosendo.
Al poco de nacer en mi salud algo falló, yo lo sabía pero no podía decir nada. Era muy pequeña y apenas era un sollozo mi incipiente maullido.
Enseguida me separaron de mi madre y mi hermanito. ¡Qué horror¡
Mi padre, como era un trota barrios y siempre estaba en tejados ajenos y calles de otros, paraba poco en casa. ¡¡ traidor¡¡
 
Un día, la vecina de mi ama le dijo que si quería un gato, o gata, que ella no se podía quedar con nosotros.
¡Oh¡ me creí morir. Me separaban de mi madre y sus teticas calientes que me alimentaban todavía, tan pequeña y enferma como estaba. ¿Es que nadie se daba cuenta de mi flojera? ¡Claro, a los niños a veces no nos hacen caso cuando llamamos la atención.

El fatídico día llegó.
- ¡Elige¡ le decía una a la otra. ¿el gato o la gata?
Parecía buena chica la que nos miraba desde dentro de unas oscuras gafas.
-¡Ay¡, no sé, los dos son preciosos, dijo.
Menos mal, pensaba yo. Que se lleve a mi hermano y así me quedo otro poco más con mi madre y sus teticas calientes- Pero no. Esta dijo: - La gata, que son más mimosas y no marcan el territorio, como los gatos.
¡Ah, me voy¡. Adiós tete. Mamáááá….ven a despedirme…
Mi nueva ama me besuqueaba sin parar.
-¡Hola, monada¡ decía-
-¡Vaya¡ empezábamos bien. Al menos no era alguien que me quisiera para cazarle ratones.
Me compró de todo: trasportín chulísimo de mimbre, canasta mullida para dormir, caja para la arena de mis inevitables necesidades; comedero y, como no: un ratón de cuerda para afilarme las uñas. Pero yo eso no pensaba utilizarlo. Ella, de verdad que es buena, porque le tengo unos sillones que, ya…ya…

Enseguida me llevó de viaje. Siempre está de acá para allá. ¡Estos humanos¡ Acababan de destetarme y ya me llevan por ahí que no como aún sola. ¡¡Pero si estoy malita¡¡ Ay, señor de los gatos, haz que me mire dentro de las orejas. Decía entre maullido y lamido…
No me mareé, pero tenía en las orejas como una caja de grillos chillones. ¡¡que picor, que dolorida mi cabecita¡
-¡Por favor, amaaa, mírame mis orejitas¡...
Pero nada.

Al llegar casa de mis abuelos humanos, -o sea, los padres de mi nueva ama- no podía más y esa misma noche, en un descuido del abuelo con la puerta abierta, me fui. 
Al mismo salir a la calle, unos críos, -más chillones que los grillos de mi cabeza- me echaron el guante.
-¡Eh, mirar, un gatico¡
¡Gatica, nenes, soy chica. ¡Jolín, que me miren¡. ¿Es que no ven que aparte del culete de chica, tengo el pelo de tres colores? -Las gatas tenemos el pelo de tres colores, los gatos de dos.
¡Bah¡ humanos¡. –Pero eran majos esos críos. Enseguida me adoptaron para ellos. Me llevaron a una tienda y me compraron un cuarto de pienso para bebés gato. Pronto me dieron de cenar y, de pronto, los abuelos jadeantes aparecieron yendo hacia los críos.
-¿De dónde habéis sacado el gato?
¡¡y dale¡¡. ¡¡Gataaaa¡¡.
–De ahí, bajaba por las escaleras -dijeron algo asustadizos-
-¡Pues es la de mi chiquilla-¡
¿Chiquilla, mi ama?.... ¡Hombre, joven es, pero chiquilla¡…
-Dármela, nenes, que se nos ha escapado, y a mi hija le va a dar un telele. ¡Seguro que cuando yo me muera, no me llora tanto¡
¡Ale¡. Ya estaba yo con mi abuela humana. ¡jope, que chula¡ me iba hablando y, mientras acariciaba mi dolorida cabecita me decía: ¿Dónde vas a estar mejor que con esta hija mía, que parece que se le ha ido al irte, la alegría de la huerta esa que tiene? –
-Toma nena, toma, que se la han encontrado unos chiquillos. Ya le han dado de cenar.-
Enseguida me acosté. Demasiadas emociones para un solo día y para mi corta edad. -Y, me picaba y me dolía tanto mi cabecita-

Al día siguiente:
-Buenos días, gata preciosa. ¡Ahhhh¡ ¿Pero que te ha pasado?.
Mi humana, por fin, se daba cuenta de lo malita que estaba. Durante la noche, de tanto rascarme, me había pelado media cabecita.
-¡¡Al Veterinario, ahora mismo¡¡
Mi ama me metió en el trasportín de mimbre y corriendo me llevó al médico de animales que me abrió una ficha como en la sanidad pública y me diagnosticó:
-"Inmunodeprimida por parasitosis debido a las pulgas. Ha tenido que contagiarla algún gato callejero que se habrá acercado a la camada. Por eso tiene las orejitas llenas como de hollín de las chimeneas".-
¡¡Por Bastet¡¡ ¿las pulgas, inmunodeprimida yo?..Por eso estaba tan malita.

El Veterinario me lavó los oídos con suero y me inyectó vitaminas y un antibiótico y le preguntó a mi ama donde me había encontrado para estar así.
–No, si me la ha regalado una amiga, contestó.
-¿Amiga? pues como si fuera su peor enemiga, porque hay que ver cómo está la gata…Le dijo el Veterinario.

Salimos de allí con un recetario de pastillas, pomada, desinfectante, suero…. Me temí lo peor y maullé para mis adentros: -Ahora es cuando al salir me dejará en plena calle, sola, enferma, frente a mi destino de gata abandonada. Pero no; en la primera Farmacia, mi ama humana, se gastó las pelas. Y yo, ya ronroneaba tranquila.

Mi humana felina convirtió una parte de su casa en mi hábitat de recuperación. Me lavaba con jabón de sosa y me echaba los potingues recetados, –que yo me lamía sin parar- ¡Como soy tan limpia¡.
La pobre luchaba para hacerme tragar la pastilla que yo soltaba de la boca una y otra vez. Ahora ya ha aprendido y me da muy bien las del celo. ¡Como no quiere que tenga novio¡.
Poco a poco dejé de estar de pena y me fue saliendo el hermoso pelo de tres colores que perdí en la inmunodepresión gatuna, y mi ama y yo, empezamos a estar felices.

Yo, la quiero mucho Le ronroneo continuamente para demostrárselo. Y cuando no está en casa la echo mucho de menos.  Por tanto soy una gata con suerte. ¡con lo mal que empecé esta vida mía¡ y ahora soy dueña y señora de mi espacio. Me paseo por toda la casa con mi porte de felina casera. No me falta leche, agua fresca ni comida de gata. Mi ama me acaricia, habla conmigo y yo le contesto, ¡porque los gatos hablamos¡ Los humanos gatunos saben que nuestros maullidos son palabras, distintos según las preguntas que nos hagan o hagamos y las respuestas que demos; o lo que pidamos. Además, que las siamesas somos muy charlatanas. Y si no me conviene, ni caso, que para eso soy felina, ¡faltaba más¡. Otras veces me escondo dentro del armario ropero donde ella guarda tantas falditas y pantalones… ¡¡jo, si me pillara¡¡ y aunque me llame, no salgo. Luego, cuando la noto a punto de lloriquear pensando que igual me he lanzado a través de la ventana a la caza de los pajaritos cantores que veo a través del cristal, salgo tan sigilosa como soy, y la miro desde estos azules ojos míos de pupilas cambiantes, que ella dice son de felina humanidad, y me la gano de nuevo... Y ella a mí me tiene rendida en sus abrazos.

Un día, mi ama me dijo que estaba leyendo a un escritor famoso que hablaba de sus dos gatitas siamesas y las describía como gente inteligente, civilizada. Y, claro, yo me puse muy orgullosa y le maullé que nunca se arrepentiría de haberme curado y traído a casa.
Cuando a algunos humanos les oigo comentarios desafortunados sobre mis congéneres, lo maúllo insistentemente: ¡¡son pobres ignorantes¡¡ Y, según ella leyó, hay un proverbio alemán que dice: “los que odian a los gatos es porque en otra vida fueron ratones”.

Sé que mi humana querida nunca me dejará la puerta abierta, pero también sé, dentro de esta suerte mía, que como en la casa de una no se está en ninguna parte.

Miau…maaaauuuu. Miiiaaauuu.