sábado, 14 de noviembre de 2015

LÁGRIMAS SOBRE PARÍS


Crónica del día. Matar en la Ciudad de la Luz. 
Alguien oculta en un disfraz todo su odio y dispara, bajo las farolas o sobre el café de la noche, al grito de viva un dios que ni siquiera es de barro. Otra crónica escrita de una muerte tan mísera como inservible. Qué pena me da todo lo que se le hace al mundo en nombre de un imposible.

Tres veces he estado en París. Nunca olvidaré mi primer viaje, menos el segundo y nunca el tercero. Porque allí paseé juventud, arrastré cansancio y sonrisas y me curé de algunas heridas junto a las mejores personas que he conocido en mi vida.

domingo, 8 de noviembre de 2015

LO QUE DE VERDAD IMPORTA



Crónica del Día. Que el lector se atenga a la Moraleja... O no... 

Llaman a la puerta con insistencia. Veo los nudillos del vecino como si hubiera cubierto de mamporros al ladrón que le robaba las gallinas. Le pregunto qué quiere, me responde que la hora, que el reloj se le ha parado y que mirando al sol ya no se orienta.

— ¡Hombre, por dios! ¿No has visto el timbre, que por poco te destrozas las manos de golpear la puerta?

— No, no he visto el timbre, estoy algo miope y no veo bien, por eso no sé la hora que es, al no distinguir la que marca el Reloj de la Villa, aunque igual está parado, vete tú a saber, como el de mi casa. El caso es que tampoco oigo las campanadas, porque también estoy algo sordo.

— Vaya, pues estás bien, vecino! ¿Y, cómo quieres la hora. Envuelta. Sin minutos. Con algún segundo. La verdadera, según el Sol. La inventada por los gobiernos. La que..? 

Mira, vecina, no me líes que tú tienes mucha palabrería. Dame la hora y punto. 

— Ya, ya, si yo te la doy, ¿Pero cual. La que me has pedido cuando aporreabas la puerta, o la de ahora mismo? Es que no llevo el reloj encima y, cuando te la dé, quiero estar segura de que será la correcta, porque de lo contrario puedes llegar tarde, o temprano, según donde vayas y luego pedirme responsabilidades. Que algunos vecinos sois muy complicados. 

— Pues ahora que caigo, no sé qué hora me conviene más. Mejor me voy a mi casa y, cuando sepa a qué hora atenerme, vuelvo y te la pido. 

— Sí, ve, ve, y no seas tan maniático con saber qué hora es. Si en definitiva lo que debe importarte es el tiempo del que dispones.