Eras la gata más noble que he tenido la dicha de tener un tiempo en casa. Supiste llegarnos de la calle, maltrecha por tanto parto callejero, pero con la dulzura en tus pupilas cambiantes. Fuiste acercándote a nuestro hogar lleno de amor por los gatos y te acogimos, alimentamos y esterilizamos para que no sufrieras más, por tanto traer hijos a este mundo poblado con demasiados mal nacidos. Al final uno ha acabado contigo, envenenando tu bondad, tu mirada tierna, tus maullidos amables. Te escribiré algo más bonito cuando pueda. Ahora no. Ahora me duele haberte perdido, gata querida, y más porque no te has muerto, sino que te han matado. Ojalá se pudra en el infierno tu asesino.
Todos somos un poco gatos; cariñosos, consentidores, irascibles, graciosos... y, casi siempre, con las uñas afiladas. Observadores de todo lo que sucede bajo los tejados. La lengua es el nexo que nos une, y no importa que sea áspera, si consigue lamer con suavidad.
viernes, 8 de mayo de 2015
ADIÓS MINIMÍ.
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