Crónica
del día: Anoche fue robado un libro de la “La Voz de los Días”. Después del libro y la película “La ladrona de libros”, no había imaginado que al mío
le pasara —quiero creerlo—, algo parecido. No en el marco, tiempo y circunstancias en que se desarrolla la
historia de la Segunda Guerra Mundial y tampoco desde el punto de vista de la Muerte, que lo narra, sino de la Vida que
tiene motivos de sobra para poner voz a los días del calendario y, prefiriendo
creer, que la persona que lo sustrajo del montón de regalos del sorteo de la Asociación Española Contra el Cáncer, no pretendía otra cosa que —sin paciencia para esperar si le
tocaba en el último lote en el que estaba incluido—, quiso llevárselo con la
sana intención de disfrutar con el eco que mis palabras.
Fue la cena a
beneficio de la AECC y posteriormente el sorteo de los 125 lotes de regalos donados por instituciones,
comercios, particulares; algunos
preciosos, otros útiles, muchos necesarios y otros meros detalles, pero todos,
sin duda, generosidad de un pueblo que, una vez más, demuestra que siempre está
ahí para cuando se le necesita. Y el libro, también, quiso de nuevo ser solidario;
ahora con esas personas que, enfermas o ayudando con la enfermedad, contribuyen, de la mejor forma que se puede, con
un granito de arena para que la terrible enfermedad encuentre cura o paliativo.
Un sorteo que, año tras año, no solo
entretiene e ilusiona, sino que consigue, con la fuerza de la esperanza,
recaudar euros que puedan servir para investigar o potenciar la investigación. “La voz de los días” estuvo ahí; porque las palabras también sanan, porque, como
ocurre en “La ladrona de libros”, y lejos de compararlo con él, ni yo con su
escritor, pero sí con la Literatura, ambos libros tienen cosas en común:
mensaje profundo, sonrisas y lágrimas, reflexión, un toque a las emociones y un
viaje a la esperanza o el recuerdo de lo que estuvo y dejó su huella en cada
ser humano que ha dado un paseo por la vida y sus atrocidades; también por sus
ansias de conseguir un mundo mejor… Las palabras, ahora escritas, sin duda, contribuyen
a ello.
En “La Ladrona de
libros”, la chica se lleva a escondidas los libros. Los salva de la hoguera para leerlos y disfrutar de sus páginas y el conocimiento que emana de sus
líneas. Anoche, no sabemos si fue una o
uno el ladrón del libro “La voz de los días”, pero lejos de enojarme, me halaga,
porque quién se lo llevó, con premeditación, nocturnidad y oportunidad, lo
prefirió por encima del juego de pendientes y gargantilla de oro, del
televisor, del vino, el aceite, los zapatos, el jamón, los cuadros, la ropa o los innumerables
aderezos o detalles. Fue a por el libro. Se llevó Literatura. Se llevó sus historias. Pero no me robó, no nos robó, su significado: el valor de las
palabras.
Dejó un lote mermado
y sin entrega íntegra, pero mañana mismo será otro ejemplar de “La Voz de los
días” el que llegue a manos de quién tenía el número agraciado. Y, como me
pedía Tina: por favor; que tenga la misma dedicatoria…
“Porque las palabras también sanan…”