Cónica del día: Ella otra vez. Altanera, prepotente, sobrada de sí
misma...Y fea, como un demonio. Pero tiene toda la fuerza y garra para que, cuando ella quiere, todos le sigan;
le sigamos. Sumisos, callados, o en un grito
desgarrado, como salido de la caverna del último aliento. Es alta y flaca como
rama seca de árbol viejo. De edad indescifrable. Siempre desnuda, porque le
sobran agallas para ir así por la vida, sin cortarse un pelo por enseñar sus vergüenzas
-si las tiene-, Ni tinte ni manicura; ni siquiera se preocupa por tapar su fea
calavera, ni calzar tacones de vértigo para acercarse hasta quién haya decidido
llevarse al huerto, o campo, que, para
el caso, da igual el terreno que pise… ¿Para qué? Tan segura está de su poder,
que le sobra cuidar en ella todo lo que tantas nos empeñamos en lograr: Enamorar, lo
más guapas posibles, al hombre de nuestros sueños y caminar juntos hasta que la
muerte nos separe... ¿He dicho Muerte? Está claro: se impone Ella;
altanera, prepotente, sobrada de sí misma…Y fea, como un demonio… Porque así se
llama, aunque se permite usar los nombres que le salen del coxis… Parca,
Catrina. La Calva...Y todos los que le da la gana usar a ese Costal de Huesos
que es, en definitiva, la buscona del último respiro de todos.
Ayer, un joven, mañana, quizá un padre…Quién
Ella elija, cuando lo decida. Y todos calladitos; esperando que su guadaña
camine en otra dirección…
Hoy, despido a un amigo. Hace un año escribía palabras
cálidas y sentidas ante una despedida que nunca se esperó fuera definitiva. Era
el adiós a un Bar que cerró sus puertas después de 50 años, “El Vaticano” brindaba
un descanso merecido a sus regentes. Pero Antón sirvió su última copa esta
madrugada. Un cáliz amargo y derramado en un hospital donde La Parca se ha
paseado con su prepotencia y soberanía; con esa chulería que nadie, ni el más
vivo de los mortales, es capaz de evitar.
Descansa en Paz, amigo, y allá, en ese lugar que a
todos nos aguarda, consigue lo que aquí, Ella, no te ha permitido lograr…