Crónica del
día: Se provoca fuego en el Cerro de la Encarnación por los fuegos artificiales. Seré
comedida, hasta que sepa si eran bomberos o simples empleados de la
empresa pirotécnica encargada de disparar el castillo de fuegos artificiales, los que han
acudido a apagar con los pies, las llamas, cuando ya estábamos Jorge, yo, la
manguera de casa y el agua del grifo apagando el primer brote de incendio, que ha prendido
en cuestión de segundos, al caer una
carcasa (las hay por todas partes), recién comenzado el castillo de fin de actos en honor de los Patronos
de la localidad, en pleno cerro, junto a pinos sedientos. Un cerro seco, árido, color de paja la maleza seca y las piedras clamando un
sorbo de agua fresca, por la sequía que nos asola.
Debería, a mi entender, haberse suspendido ese castillo de fuegos de fin de fiestas, en
prevención de un posible (y ya real, aunque controlado en sus conatos) incendio, debido a que no ha caído una gota de agua en meses... Y hemos tenido suerte. Mi casa, las
otras casas, los pinos, el cerro (especialmente protegido) y el Santuario entero con sus reliquias y
tradiciones…Porque ese primer foco de fuego que se extendía a una velocidad
terrible, ha alcanzado casi metro y medio de altura. (Lamento enormemente no haber tenido la cámara de fotos a mano, porque haría
que rodaran las imágenes para que nadie pensara que exagero). Unos cinco brotes hemos
contado ante nuestros ojos (se lanza el castillo justo encima de mi jardín); y el mayor se ha podido apagar bien gracias al agua que se le echaba con mi propia manguera (suponemos que la previsión, por parte del personal cualificado (bomberos) estaría presta, (¿pero donde?) por si era necesario actuar de otra forma, y llegar a tiempo... Hasta ahora no había pasado, que
yo sepa, nada semejante, pero un día pasa y…
Menos mal que,
pegada a la barandilla de mi terraza, yo miraba, más que al cielo dibujado de luces y ruido, donde caían las carcasas prendidas porque, esta
misma mañana, mi vecino me decía que “ya veremos si hoy no se pega fuego el
cerro de tan seco”… Y así ha sido. Recientemente el municipio de Cullera en
Valencia (y hay imputados por esa irresponsabilidad) sufrió un incendio
grave por no suspender los fuegos artificiales, al darse prioridad a la tradición por
encima de la responsabilidad. En Tobarra hemos tenido suerte, y mucha más, esta
es la verdad, por estar también nosotros en casa y hemos actuado a tiempo. Y nos
hemos sorprendido, ya no del fuego, que no ha sido para sorprenderse, sino para
asustarse. ¿Pero eran dos bomberos los que han aparecido (algo de atrezzo
llevaban; o sea, mono azul y un casco)…¿pero apagando los brotes de fuego, que
ha podido extenderse con rapidez por todo el cerro, con los pies?... ¿Ni un mero
extintor en las manos, ni una manguera al hombro enganchada a una obligada tanqueta apaga
fuegos? en un conato de incendio que, por la sequedad del
cerro, poblado de pinos y maleza, se requieren, muy cerca, las necesarias previsiones para evitarlo.
Increíble...
Increíble...
Esto ha sido
un aviso y, a partir de ahora, y para lo sucesivo, algo habrá que hacer. Y yo
también lo haré, para que los
responsables de estos eventos (quienes sean) tomen otras decisiones (suspensión del castillo, podría ser) aparte de
las meras tradicionales, para si, como en este año, coincidiendo con las
fiestas del Santísimo Cristo de la Antigua y Virgen de la Encarnación, hay una
sequía de tal calibre que provoque, como ha ocurrido esta tarde, que salga
ardiendo el Cerro. Y, si el Cristo no consigue hacer que llueva, que para eso
lo sacan en procesión, al menos que haga el milagro oportuno para que la irresponsabilidad
de algunos, no llegue a ser de tal magnitud que tengamos que lamentarnos todos, de males mayores. Supongo que si en alguna ocasión no se hacen castillos, no mermará el acto que se espera brillante...(Pero no por las chispas)...
No se me olvidará, nunca, que hemos podido correr otra suerte
esta tarde. Quizá haya quién piense (si es que alguien más se ha enterado en
la otra esquina de la fiesta, incluido el fútbol), aparte de
mi tía que se desgañitaba a chillar ¡¡fuego, fuego¡¡, además
de Jorge y yo trepando por las piedras en pantuflas, que el que no hayamos
llegado a más con el incendio, se lo debemos al Cristo de la Antigua, con fama
de milagrero. Y no seré yo quién le quite mérito, por si lo tiene… Pero una
cosa es creer en milagros y otra tener responsabilidad cuando procede; además
de, a mano, las previsiones obligatorias y necesarias, y la mejor
disposición para salir corriendo a apagar un fuego que pudo haberse evitado, (y se ha
evitado). Gracias a los gatos de esta casa que hemos podido estar en el sitio justo y en el momento oportuno. También se las daré a esos hombres que, a golpe de talón (del pié) fueron apagando pequeños brotes incendiarios... Supongo que la manguera y el extintor estaban esperando, donde estuvieran, por si tenían que salir a hacer su trabajo en plena fiesta local...Aunque demasiado lejos, creo, para llegar a tiempo sin daños mayores...
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