Dices
que me lees, pero que no me entiendes del todo. Que no sabes si las comillas encierran
buenas intenciones o los paréntesis abren y cierran otro paréntesis en lo que
tantas veces nos quisimos decir y hemos callado. Me recuerdas ahora cuando se
abrió entre nosotros una nueva admiración mientras paseabas tus ojos por mi silueta
llena de signos —unos elocuentes y
algunos cifrados— que hicieron que se
nos quedaron las palabras en puntos suspensivos. Pero no te pongas nervioso, o
nerviosa, si te cuesta a veces entenderme, ya que tus ojos serán los que me coman
a verbos y tus dedos se deslicen por las partes del todo que me re-compone, antes de que apures conmigo lo que ayer cociné de alegorías
en su punto, mientras el guión de nuestras vidas se escribe o se describe. Aguántame
siempre, yo soy como una metáfora en la lengua, envuelta en un
cuento que te cuento cuando menos te das cuenta.
Es lo que tiene mi vida, que no siempre es literal ni literaria (como tú quisieras) sino también libertaria, antónima y cretina…—aunque solo a veces— porque otras soy quién ha engrandecido tus sueños y disipado de ti alguna pesadilla. Por tanto soy la realidad más pura que imaginar pudieras… Porque para eso finjo lo que quiero y d-escribo lo que espero que tu creas y precises; pues por algo Soy la Palabra…
Y es muy probable que una palabra mía servirá para sanarte... Si no al tiempo... Quién avisa no discute.
Carmen
Callado,
Gata
Literata.
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