Si me llegan a
decir que hace unas noches iba a asistir a, no diré un espectáculo, que de esos
voy bien servida, porque tantos años asistiendo al circo, que ya sé cuando
crecerán los enanos, sino a la frívola argumentación y utilización de la EXPLOTACIÓN, por quienes se
erigen en adalides de la Igualdad, y yo me hubiera roto las muelas con
cualquiera que osara ni siquiera insinuarlo. Pero sí, sentarse en
un sillón nocturno, después de todo un día de los de tantos, de esos sin
respiro, de subir y bajar por las letras (y no las literatas), de tener
cuidado, de asumir más y nunca reconocido, de ser, en definitiva, pese a tantos
pesares, quién la ética profesional y el trabajo, de sobra, me permiten.
En realidad siento
rabia, pero más pena. Ser político/a debe nublar el entendimiento, ya no me
cabe duda. Quienes me conocen bien en ocasiones me tachan de ingenua, y a fe mía que me
reconozco. Sí, ingenua. Siempre creo, hasta que se me demuestra lo contrario,
que hay personas que, en verdad, luchan por una causa que, por extensión, será
una buena causa para unas gentes, un pueblo, una vida en una comunidad a la que,
a la postre, nadie les ha obligado a meterse. Pero luego me dice mi lado oscuro
que no, no y mil veces no. Una persona puede ser muy ética en su vida
profesional y personal, pero cuando se pone a los pies de unas siglas, de una
idea, de SU causa que suelen ser, preferentemente las de la militancia, se disuelve su
equidad como azucarillo en charco de agua.
Ser o haber sido
militante, simpatizante, poseedor de carnet de un partido político, hija de
fulano o amiga de mengano, siempre da patente de corso. Y es así. Basta
con “quejarse” para que a todos los
dolores (aunque sean fingidos o interesados), se les aplique un remedio. Y yo,
que asisto atónita al devenir de los años, de tantos años, y aunque la
discreción me obliga, la indignación, ante tantas cosas con sus causas, me hace
hablar sola y subirme por los tejados.
Mentir, tanto
mentir. ¿Qué valor tiene la vida de un mentiroso que hace de la política su
modus vivendi?
Fingir, tanto
fingir. ¿Qué valor tiene la realidad ante quienes hacen de la ficción una
tarjeta de visita?
No saber. Tanta
ignorancia. ¿Qué valor tiene el aprendizaje de quienes no se preocupan ni de conocer
las reglas básicas para intentarlo.
Desoír. Tanta
sordera ¿Qué más da lo que sea justo, si el de enfrente no nos importa, para
escucharlo.
A lo que vine. Que
me enredo en la bandera del cansancio y se me olvida el leitmotiv que,
principalmente, me ha hecho salir de la gatera y darle un repaso con la lengua al
zaguán recién pintado.
Mujeres con deseos
de llegar a algún sitio en la política. Mujeres que estuvieron (y psicológicamente se quedaron) en la política.
Y mujeres que están, incomprensiblemente, en la política... De pronto,
frivolizan con algo tan serio, tan indignante, tan cruel, tan detestable,
humillante… y que tantas luchas,
reivindicaciones y hasta muertes causó, causa y causará, como es la EXPLOTACIÓN
a la Mujer. Todo, por una hija de su padre, que no tiene otra cosa que hacer
que, en vez de trabajar y agradecerle a la vida tener un trabajo que, aunque mal
pagado, eso sí, pero como el mío, como el de ellas, como el de algunos, como el
de tantos… Sólo hace que quejarse, continuamente, desoyendo a la propia suerte desde que le ayudaron a pisar el umbral
para quedarse. Pero un sueldo que para sí quisieran más de cuatro, a estas alturas de la vida. De pronto,
incomprensiblemente, se suelta (previamente escrita para que no se quede en el
tintero), la malintencionada palabra. Una palabra dolosa, por la simple razón
de no existir razón alguna, para lanzarla. Como el que reivindica pan para el ahíto de carne.
Como una soberana mentira. Una desfachatez absoluta. Una apostasía. Una
incomprensible y de repente asquerosa forma de hacer ¿política?... Si eso es la política.
Si eso es la causa por la que se va a la política. Si en eso se convierte la
vida de la gente “normal” cuando todo lo ve a través de los ojos de la
política, que la diosa Bastet se los demande.
Soy Mujer y
orgullosa de mi razón y condición. Pero jamás me cegó la vida para no ver, más
allá de que en mi sexo llevo bragas y en mi seso la cordura, de que la Igualdad
es mucho más que usar la política para hacer creer, de cara a la galería, que
se lucha, realmente, por la defensa de los derechos, de la dignidad, del
trabajo justo, de las reivindicaciones, de las oportunidades, de poder ayudar a
cumplir los sueños… Y de apoyar, siempre
y en todo lugar, a la mujer, cuando la mujer de verdad lo necesita… Pero de eso
a hacer una burda burla de lo que es la verdadera explotación a una "frivolizada explotación" para defender a una determinada
y concreta mujer, una trabajadora (ya
pongo el adjetivo hasta en cursiva), va un mundo. Y frente a ese mundo me
tendrán, luchando como una gata de siete vidas, aquellas personas que, lejos de utilizar más y
mejor el momento que la política les brinda, lleguen a ser meras serviles de unas siglas,
de un carnet, de una militancia y, sobre todo, de no convenirles, en realidad,
comprobar quién hay o qué, detrás de una intención. De no seguir el camino, que
lleve a la verdad de las cosas y, entonces, sólo entonces, encontrar la justicia
para poder aplicarla y/o reclamarla.
Siento rabia, ya lo
he dicho al principio. Pero siento más pena. Detrás de cada político/a, antes
hubo una persona que quiso hacer bien las cosas. No me cabe duda… (Bueno, no meteré
las zarpas en el fuego, no vaya a salir con el rabo entre las piernas)… Pero
llegan y son de otra forma. Se convierten en otra cosa. Ya no hay igualdad real
(que no nos cuenten cuentos). Porque se establece el eres de los míos o de los otros… el eterno estás conmigo o contra
mí. Y ¿Dónde queda querer y hacer cosas por un pueblo,
en realidad?
Pero señoras y
señores de la vida política municipal. La señora X no está explotada. Y lo
saben. La señora X debería dar las gracias, cada día, los 365 días del año y,
ni aún así, podría considerarse explotada por tanto agradecimiento… Las mujeres
y los hombres, que en realidad, cada día, trabajan,
trabajamos, sin medir, sin exigir, sin invocar solo derechos, cuando también
hay tantos deberes, los que nos dejamos las pestañas y alguna neurona de tanto estrujarla
en los papeles… La otra noche, en una mala, malísima, jugada política se
dio un bofetón a tantas y tantas personas que, trabajando mil veces y mucho más, nunca,
jamás, se consideraron, nos consideramos, explotada/os… Frivolizar no es serio. Sobre
todo porque hay una verdadera y dura realidad en aquellas personas, hombres y mujeres, que si sufren explotación hasta en
sus corazones.
Se explota a niñas que tejen prendas a escondidas y se le
revientan los ojos cuando se cuela el sol por las rendijas de la miseria.
Se explota a mujeres cuando un chulo la obliga a fingir placer y él cobra por su asco.
Se explota a niños cuando cargan fusiles en vez de juguetes para mitigar la inocencia que no tuvieron.
Se explota al hombre que no llega a viejo con sus sueños... Y se explota tanto...
Pero, ay, de aquellas personas que frivolizan la explotación, porque de ellas será el reino de los necios.
Se explota a mujeres cuando un chulo la obliga a fingir placer y él cobra por su asco.
Se explota a niños cuando cargan fusiles en vez de juguetes para mitigar la inocencia que no tuvieron.
Se explota al hombre que no llega a viejo con sus sueños... Y se explota tanto...
Pero, ay, de aquellas personas que frivolizan la explotación, porque de ellas será el reino de los necios.
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